Democracia
para todos
Por David Kilgour, Diputado de Edmonton
Sud Este y
Secretario de Estado para America Latina
y Africa, 10 de marzo, 2000
Cada vez
que tengo que participar en reuniones en
América Latina regreso con mucho
ánimo y con preocupaciones. ¿Porque
tengo preocupaciones? ¿Porque tengo
mucho ánimo? ¿Porqué
tengo estos sentimientos tan
contradictorios?
He asistido
a varias transmisiones de mando en los últimos
meses. (Argentina, Guatemala y Uruguay).
Soy testigo del progreso en la práctica
democratica en las Américas. Un presidente
electo demócraticamente reemplaza
a otro presidente electo de la misma manera.
Esta sequencia
de regímenes demócraticamente
electos no era muy frecuente en los años
setenta. Los países que la practicaban
en esa época eran una minoría.
Hoy en dia estamos aprovechando de la evolución
de la democracia, democracia a la que aspiran
la mayoría de los pueblos. Todavia
está grabado en mi mente el gesto
del candidato Lavin de felicitar personalment
al Presidente electo Lagos en Chile. Como
observador de la política latinoamericana
debo admitir que me fue muy grato ver que
los candidatos que han combatido en una
campaña muy árdua, son capaces
de respetarse mutuamente.
Mis preocupaciones
vienen de lo que algunos expertos en asuntos
latinoamericanos llaman las "tentaciones".
Las principales son la autoritaria y el
populismo. Algunos políticos inspirados
por imágenes caudillistas están
tentados a forjarse un porvenir político
dejando a un lado o eliminando las instituciones
democráticas, o limitando la libertad
de prensa de manera cada vez más
sutil. Todo ésto lo hacen bajo el
pretexto de la integridad y de la absoluta
confianza de que tienen la mejor solución
para el bien del pueblo aunque la mayoría
de los ciudadanos duden de ello.
Manejar los
asuntos del estado para el bien de la mayoria
exige aceptar el veredicto del pueblo. No
quiere decir que el pueblo siempre tenga
razón; ésto solamente quiere
decir que quien está dedicado a la
política debe ser capaz de aceptar
la voluntad del electorado. Los votantes
son finalmente los que deben decidir lo
que realmente les conviene. Deben aceptar
la responsabilidad de sus actos. Lo que
significa que no pueden estar siempre echando
la culpa al gobierno y/o al presidente.
El populismo sólo cabe en una sociedad
paternalista donde el individuo abdica su
libertad y su responsabilidad respaldandose
sobre otro individuo "el caudillo"
o sobre el estado (corporatismo o comunismo).
Nos toca
a todos hacer lo necesario para minimizar
las preocupaciones y maximizar la democracia
en América latina. Este es el mejor
camino para el bienestar del pueblo.
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