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Revisando los derechos humanos


David Matas
(Comentarios preparados para pronunciarse en un almuerzo el 26 de agosto de 2010,
en la Universidad Ben Gurion, Winnipeg, Manitoba, Canadá, tras la recepción del Premio Néguev 2010)

Todos mis abuelos llegaron a Winnipeg antes de la Primera Guerra Mundial. El padre de mi padre Simon vino de un shtetl cerca de Odesa en 1900. El padre de mi madre Anna también vino de Odessa en 1900. Rose, la madre de mi madre vino de Piatra Neamt, Rumania a Omaha, Nebraska en 1904. Max, el padre de mi madre vino de Dvinsk, que ahora es Letonia en 1905. Mis padres nacieron en Winnipeg, como yo en este mes, agosto de 1943.

En agosto de 1943, el Holocausto llevaba alrededor de dos tercios de su tiempo de duración. Aproximadamente 4 y medio millones de judíos fueron asesinados. Alrededor de 1 millón y medio de judíos quedaban por ser asesinados.

En el mes de mi nacimiento, agosto de 1943, los prisioneros judíos en el campo de la muerte de Treblinka intentaron tomar el control. El intento fracasó y los prisioneros corrieron por sus vidas. La mayoría fueron asesinados a tiros desde la torre de vigilancia del campo o capturados y asesinados.

Después de la invasión nazi a Rusia, arrasaron con todos los shtetl cerca de Odessa, incluso la de mi abuelo Simon. En la ciudad de Odessa, de donde mi abuela Anna emigró, había unos 180,000 judíos antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante la guerra, no había ninguno. Todos los judíos habían huido, murieron o fueron deportados.

Piatra Neamt, Rumania, la casa antigua de mi abuela Rose, antes de la 2ª. Guerra Mundial tenía una población judía de unos 8,000. Sobrevivieron la guerra, pero no soportaron la tortura, la extorsión, confiscaciones, boicots a comerciantes judíos que requerían llevar una estrella amarilla, deportaciones y trabajo esclavo. Después de la guerra, prácticamente todos los judíos abandonaron el lugar. Hoy en día hay sólo unos doscientos.

La población judía de Dvinsk, el hogar de mi abuelo Max, tenía 45,000 almas, antes de la 2ª. Guerra Mundial. Los judíos de Dvinsk fueron baleados y asesinados por escuadrones de la muerte nazis, los Einsazgruppen, y la policía auxiliar de Letonia, luego enterrados en fosas comunes. Cuando el Ejército de la Unión Soviética entró en Letonia en 1944, había sólo unos cientos de judíos en todo el país.

El antisemitismo que llevó al Holocausto tomó su forma más cruel en Europa, pero tenía sus adeptos y practicantes en todas partes. En Winnipeg, durante mis años de infancia, la Universidad de Manitoba tenía una cuota fija de admisión de judíos en la escuela de medicina. Era imposible para los judíos comprar una propiedad en el barrio Tuxedo. No podían ser miembros del Club de Golf de Manitoba o el St. Charles y el Country Club. Victoria beach estaba fuera de su alcance. No había judíos en los grandes despachos de abogados de Winnipeg.

Mientras crecía, se levantaba la neblina del holocausto. La discriminación contra los judíos se iba disolviendo. Mis contemporáneos rechazaron el fanatismo de sus padres.

Sin embargo, sabía que si hubiera sido por los caprichos de la guerra, y por el hecho de que las potencias aliadas y no las potencias del Eje ganaron la guerra, ahora ninguna persona judía ni yo estaríamos vivos. A la edad de 8 años, sabía que quería hacer algo sobre el Holocausto. Con los años, supe que debía aprender de las lecciones del Holocausto y actuar en base a ellas.

Las lecciones que hemos sacado del Holocausto son la necesidad de llevar a la justicia a los asesinos en masa; prohibir la incitación al odio, proteger a los refugiados y nunca aceptar en silencio violaciones masivas de derechos humanos, dondequiera que se produzcan. Me he involucrado en este trabajo, para actuar en base a estas lecciones, para unir la lucha de los derechos humanos en cuatro frentes conectados. En estos cuatro frentes, he tenido que luchar contra cuatro diferentes enemigos que merodean todo el campo de batalla.

Estos cuatro jinetes del apocalipsis hechos por el propio hombre son la indiferencia, el absolutismo, la hipocresía y la impotencia. La indiferencia ha sido el enemigo principal que ha impedido llevar a los criminales de guerra nazis a la justicia en Canadá. Mientras las propias personas son víctimas o posibles víctimas de violaciones a los derechos humanos, es fácil preocuparse. Cuando las víctimas son otros, todos o mucha gente, por desgracia, simplemente no hacen nada.

Mi lucha por poner en vigor leyes efectivas contra la incitación al odio, me han llevado a la batalla contra el absolutismo, la creencia que un derecho humano, el derecho a la libertad de expresión, triunfe sobre todos los demás. De todas las lecciones que deben aprenderse del Holocausto, no hay ninguna más importante que la necesidad de prohibir la incitación al odio, porque prohibirla, si es efectiva, evita que se produzcan atrocidades.

La hipocresía, aceptar los valores de derechos humanos en principio y violarlos en la práctica, está bien ilustrada en los campos de refugiados. En principio, los estados aceptan proteger a los refugiados. Sin embargo, una variedad de técnicas, incluyendo una definición tan estricta de refugiado, la negación de justicia en los procedimientos de determinación, el duro trato en espera de estas decisiones, escepticismo exagerado y la prohibición de todo significa que el compromiso de protegerlos, en principio, a menudo está acompañada de negar la protección a los refugiados en la práctica.

Mi cuarta némesis de los derechos humanos es la impotencia, la sensación de que las violaciones a los derechos humanos son tan masivas que nada puede hacerse al respecto. Sin embargo, a menos que los individuos promuevan su respeto, estos derechos necesariamente se marchitan.

Recientemente he pasado mucho tiempo luchando en contra de la persecución a Falun Gong. Está noche volaré a Melbourne, Australia para hablar sobre este tema en una conferencia de la ONU la próxima semana.

Falun Gong es un conjunto de ejercicios con una base espiritual que comenzó en China en 1992 y fue prohibido en 1999. David Kilgour y yo concluimos (primero en un informe publicado en julio de 2006, actualizado en enero de 2007, luego en un libro titulado Cosecha Sangrienta presentado en noviembre de 2009) que en China han muerto decenas de miles de personas que practican Falun Gong, para que sus órganos puedan venderse a pacientes de trasplantes.

Una razón por la que estoy activo en la lucha contra violaciones de derechos humanos de los practicantes de Falun Gong es que no soy chino, no practico Falun Gong. Puedo decir algo similar de mi participación a través de Beyond Borders, en la lucha contra el abuso sexual infantil en el mundo. Los niños no pueden esperar a luchar contra su propio abuso. Son los adultos quienes deben hablar por ellos. Defender los derechos humanos significa romper las barreras del idioma, cultura, geografía, religión, género y edad para afirmar la humanidad común de todos nosotros.

Las lecciones que saqué del Holocausto fueron, ingenuamente pensé, valoradas más por los demás que por la comunidad judía, que creía ya había sufrido todo lo que podía. Me quedé estupefacto y horrorizado al ver, en los últimos años, el incremento de los ataques en contra de los judíos en todo el mundo.

La ideología del antisemitismo se ha trastocado. Se han añadido nuevos y potentes elementos, los judíos como una población criminal debido a su percibido apoyo a una mítica criminalidad del estado judío.

El odio a los judíos siempre ha victimizado a la comunidad judía. Pero antes de la segunda guerra, los no judíos se quedaron en su mayoría intactos.

Con los nazis cambió drásticamente. La ideología nazi alemana de eliminar el antisemitismo, la determinación del régimen de matar judíos en todas partes, precipita, continúa y prolonga la segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial fue una pérdida más allá de las palabras para la comunidad judía. Pero la guerra también fue un desastre y una tragedia para todo el planeta. El total de bajas fueron de 62 millones, 25 millones de militares y 37 millones de civiles. Treinta y un millones de no judíos civiles murieron en esa guerra. El odio a los judíos arrastró a todo el mundo hacia abajo.

Después de la guerra, el daño continuó. Los aliados, motivados por el deseo de llevar y mantener Alemania Occidental de su lado en la Guerra Fría, abolieron el Tribunal de Nuremberg en 1948, mucho antes de concluir su trabajo.

Para que la inmunidad contra los nazis fuera eficaz, tenía que ser integral. Esta impunidad se convirtió después en una licencia para el genocidio. Hay una relación directa entre la inmunidad dada a los nazis asesinos en masa después de la 2ª. Guerra Mundial y el flujo aparentemente interminable de crímenes de guerra contra la humanidad en Ruanda, Camboya, Bosnia, Sudán y otros lugares.

El anti-sionismo, la cara moderna del antisemitismo, el odio al estado judío, el rechazo a los judíos como pueblo con derecho a la libre determinación, presenta una dinámica similar a la del antisemitismo del siglo pasado. Los fanáticos del anti sionismo son el fuego del terrorismo mundial. El régimen de Irán esparciendo veneno, que Irwin Cotler ha combatido tanto, está enlazado con el anti sionismo.

El anti sionismo demolió la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. La comisión se había convertido tan obviamente en un golpe aplastante para Israel que su existencia era insostenible. Su reemplazo, el Consejo de Derechos Humanos, está experimentando la misma autodestrucción.

Los violadores de derechos humanos evitan la responsabilidad desviando la atención hacia Israel. El anti sionismo añadió el sufrimiento de las víctimas de violaciones de derechos humanos de todas partes.

Las comunidades víctimas reaccionaron ante las atrocidades de la 2ª. Guerra Mundial creando normas internacionales de derechos humanos, organizaciones e instituciones. Sin embargo, no es sólo para que las víctimas se adapten. Los perpetradores se adaptan también. Ellos se han apropiado del vocabulario de los derechos humanos, pululan sus organizaciones e instituciones, haciéndolos suyos.

¿Son los derechos humanos sólo temporales y están ahora abrumados por la brecha entre la lucha de los perpetradores y las víctimas? Me gustaría pensar que no.

Las normas de los derechos humanos, organizaciones e instituciones son un legado del Holocausto. Le debemos a ese legado hacer lo que podamos para hacer de los derechos humanos un sistema de trabajo.

La lucha contra las graves violaciones de los derechos humanos día tras día, año tras año, es una tarea de enormes proporciones. Un premio como este, su asistencia, el reconocimiento demuestra, me anima a continuar con el esfuerzo. Les agradezco.

Gracias

A pesar de todo, nosotros, las comunidades víctimas aún estamos aquí. Vivimos, recordamos, decimos, nunca más.

David Matas es un abogado de derechos humanos internacional, con sede en Winnipeg, Manitoba, Canadá.

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