Excelentísimos embajadores, parlamentarios, damas y caballeros, amigos.
Hace setenta años por la noche, agentes de Adolfo Hitler mataron a 92 judíos alemanes y arrestaron a otros 25,000 para deportarlos a campos de concentración. Fueron destruidas más de 200 sinagogas y saqueados decenas de miles de hogares y negocios judíos. Fue el preludio del Holocausto perpetrado contra una comunidad religiosa cuya ascendencia en Alemania provenía desde los tiempos Romanos. Fue el comienzo de años de atrocidades indecibles que reclamarían la vida de 6 millones de judíos.
Persiste la solemne responsabilidad en cada uno de nosotros de hacer todo lo que nos asegure que el mundo entienda y nunca olvide la Kristallnacht y el Holocausto.
Debe decirse inmediatamente que muchos de mi propia comunidad espiritual (Cristiana), resistieron efectivamente durante la peor catástrofe de toda la historia impuesta a nuestros hermanos y hermanas de la fe Judía. Hubo excepciones, pero la mayoría de los cristianos en Europa hicieron poco honor al segundo gran mandamiento de Jesús, “amar a tu prójimo como a ti mismo”.
El rol de Canadá - o más precisamente su no-rol- está expuesto en Nada es Demasiado de Irving Abella y Harold Troper.
Hitler
En Mein Kampf, Hitler estipula mucho acerca de su visión del mundo. Fue un anti semita comprobado muy pronto en 1904 cuando sólo tenía 15 años, al parecer debido a la influencia de maestros anti semitas en sus escuelas. Para él, el Judaísmo era una raza no la religión que obviamente es. En todo, sus opiniones eran virtualmente indistinguibles del anti semitismo de la Edad Media. Era un sadomasoquista y un asesino de masas.
Cito el último libro excelente de Lucy Dawidowicz La Guerra contra los Judíos, 1933-1945: “Ha sido mi opinión, ahora ampliamente compartida, que el odio hacia los judíos era la creencia central y la más apremiante que dominaba sus pensamientos, sus acciones y toda su vida…y llegó a ser su idea fija, la que permaneció inmutable toda su vida…Los documentos justifican ampliamente mi conclusión de que Hitler planeó asesinar judíos coordinando con sus planes de ir a la guerra por lebensraum (espacio vital) y para establecer el Reich de los Mil Años”.
5, 993, 900 vidas
El mundo debería recordar siempre lo que Hitler había hecho hasta su suicidio en 1945. De acuerdo al autor Dawidowicz el mejor número calculado de judíos que Hitler y sus seguidores mataron en Europa fue de 5, 993,900, o el 67% de la población del continente antes del Holocausto, incluye 3 millones de polacos, o el 90% de la población judía de Polonia, 90% de la población judía de Alemania, del Báltico y Austria y un alto porcentaje en muchos otros países.
Los porcentajes fueron mucho más bajos en Bulgaria, Dinamarca, Finlandia, Francia e Italia. Muchos en estos países se opusieron firmemente a los esfuerzos de los Nazis por deportar judíos a campos de concentración. En la ocupada Dinamarca, por ejemplo, el Rey y un gran número de daneses usaban estrellas amarillas para mostrar su apoyo a sus vecinos judíos. Los daneses pusieron en peligro sus vidas, pasando de contrabando un gran número de judíos daneses a la neutral Suecia. Finlandia y Bulgaria simplemente se negaron a las demandas de los nazis de entregar a sus judíos nacionales.
Más lejos aún, unos cuantos países trataron de ayudar. El gobierno de El Salvador, por ejemplo, expidió más de 30,000 de sus pasaportes a judíos húngaros que pudieron evadir la muerte en los campos. Raoul Wallenberg de Suecia desapareció en el Gulag soviético por hacer lo mismo.
Marruecos
Marruecos se negó igualmente a entregar judíos a Hitler. El rey Muhammad V respondió a Hitler “¡Aquí no tenemos judíos sólo marroquíes!” Los alemanes respondieron bombardeando Casablanca.
Hasta la Segunda Guerra Mundial, como David Matas de Winnipeg y otros nos han recordado, los no judíos eran casi todos insensibles a las historias anti Semitas. El régimen de Hitler buscó matar judíos por todas partes, así dio principio, continúo y prolongó su guerra- aún en Asia-y en el proceso infligió la pérdida de vidas inocentes mezclando a toda la humanidad.
La comunidad Judía perdió cerca de una tercera parte de su población mundial. El cálculo total durante la guerra fue de sesenta y dos millones de muertos (37 millones de civiles y 25 millones de militares). Treinta y un millones de civiles no Judíos murieron en lo que Dawidowicz concluyó era en realidad una guerra dirigida por Hitler que abarcó la muerte de judíos por todas partes. “El odio hacia los judíos arrastró hacia abajo al mundo entero”- concluyó Matas y el mundo debe estar de acuerdo.
Muchos se preguntan cómo un psicópata como Hitler pudo llegar a ser Canciller de Alemania, con un pueblo y cultura de alta jerarquía entre las civilizaciones del mundo. ¿Tuvo algo que ver con generaciones de anti semitismo alemán? ¿Qué responsabilidad sustentan los alemanes y otros cristianos alrededor del mundo al no oponerse a Hitler más efectivamente? Necesitamos más Konrad Adenauers, Dietrich Bonnhoeffers y Raoul Wallenbergs.
En un esfuerzo cuestionable de mantener a Alemania al margen de la Guerra Fría, el trabajo del Tribunal de Nuremberg fue suspendido en 1948 con solo la mitad de los casos juzgados y no hay duda de que miles de criminales de guerra aún no han sido identificados. Esta inmunidad proporcionada efectivamente a los criminales de guerra Nazis después de 1948, de algún modo ayudó a proveer una licencia para que continúen sucediendo genocidios en Camboya, Bosnia, Ruanda, Sudán y ¿qué está pasando con la comunidad de Falun Gong en China desde mediados de 1999? ‘Nunca más’ se convierte en ‘otra y otra vez’.
Tres lecciones para hoy en día.
Tenemos mucho que aprender de los años de Hitler. Permítanme sugerir tres lecciones para hoy en día:
1. La primera es que debemos luchar unidos contra el odio.
El siglo 20 fue sin lugar a dudas el peor de toda la historia en términos de la violencia encaminada hacia los creyentes de todas las religiones, principalmente por regímenes totalitarios como el de Hitler. La lección principal para todas las comunidades de fe es clara: todos nosotros tenemos que mantenernos unidos hombro con hombro cuando alguien de nuestra u otra religión sea perseguido en cualquier parte, muchas vidas inocentes podrían haberse salvado.
Hay señales alentadoras de progreso. Por ejemplo, hace unos años cientos de edmontonianos de muchas creencias se manifestaron en el Ayuntamiento por la persecución de musulmanes en Bosnia. Después, muchos de nosotros hicimos lo mismo en la Asamblea legislativa a propósito del trato a los cristianos en Pakistán; iniciativas similares prosiguen en todo Canadá.
2. La segunda es que necesitamos actuar inmediatamente.
El anti Semitismo tiende a incrementarse mientras otras clases de nacionalismo crecen. Consideren la cita de Zlatko Disdarevic en Sarajevo: Un Diario de Guerra (1993): “(el Nacionalismo destructor existe) porque alguien en alguna parte decidió que en el concepto bestial de una multitud, integrada por un solo color, todos hablando la misma lengua, todos pensando en cosas similares, todos creyendo en un mismo Dios, se debe exterminar todo lo demás”.
La profanación de Sinagogas Judías y cementerios se han incrementado en años recientes en Canadá; las comunidades de todas las creencias y consejos inter-religiosos deberían unir sus voces de preocupación ante tales incidentes. Deberíamos todos hablar claro por un mundo mejor que es multireligioso y multicultural. La sociedad civil, los líderes de la comunidad, los que son ejemplos a seguir y los gobiernos a todos los niveles deben denunciar el anti Semitismo y las voces de odio contra cualquier religión o cultura aún cuando estén todavía en las sombras.
La dignidad humana es en su esencia indivisible; el ataque a una comunidad religiosa se vuelve contra todos como ocurrió en la Alemania Nazi. La gente de buena voluntad puede estar callada demasiado tiempo y las toxinas sociales pueden vencer la razón. ¿Por qué, por ejemplo, algunos de los maestros de escuela de Hitler no denunciaron y permitieron la voz del anti-semitismo a estudiantes susceptibles como él? “Palabras sangrientas”, en la frase de David Matas, puede ser tan peligroso como gritar “fuego” en un teatro lleno. Debemos estar alertas para que eso no pase hoy en Canadá ni en ninguna otra parte.
Pese a nuestra firme predilección por la libertad de expresión, la criminalización de la incitación voluntaria al odio a cualquier comunidad religiosa, racial o cultural identificable para el Parlamento canadiense es una política pública justa. Debemos asegurarnos que esta política sea ejecutada. (Hace algunos años, los oficiales de la policía de Edmonton querían presentar cargos contra dos diplomáticos chinos por distribuir panfletos en el campus de la Universidad de Alberta con respecto a la comunidad de Falun Gong de la ciudad, los cuales desde el punto de vista de los investigadores caían bajo “incitación voluntaria al odio” contra un grupo identificable estipulado en el Código Criminal de Canadá. Los detalles están disponibles en www.organharvestinvestigation.org en el apéndice 8.)
Es importante también que en cada sociedad del estado de derecho tener instituciones que protejan a cada habitante, popular o no, especialmente en tiempos de stress social. Canadá está firme en la Carta de los Derechos y Libertades, in situ desde 1982, que establece como premisa la protección legal de igualdad en la dignidad de todos los canadienses, debe estar todo el tiempo fuera del alcance de los legisladores. Nuestras cortes independientes deben vigilar su papel siempre resistiéndose a la presión del ejecutivo o de una opinión pública enardecida. Los abogados deben estar facultados para defender a cualquier acusado con tesón y sin hostigamientos. Los medios deben tomar muy en serio su importante papel en la construcción de mejores sociedades más abiertas.
3. La tercera lección es que la comunidad internacional debe condenar y detener la agresión contra otro país o religión.
En octubre del 2005, el Presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad aseveró que el Holocausto era un “mito que ha sido usado durante 60 años por los Sionistas para chantajear a otros países y justificar sus crímenes en los territorios ocupados”. Agregó que Israel fuera borrado del mapa, (“Nuestro querido Imán (Jomeini) ordenó que el régimen instalado en Al-Qods (Jerusalén) fuera borrado de la faz de la tierra. Fue una aseveración muy sensata”). Ahora nadie en ninguna parte podría tomar a la ligera tales declaraciones ultrajantes. Como Reuven Bulka dice, “los que niegan el Holocausto no son estúpidos, son perversos. Los que lo niegan darían la bienvenida ansiosamente a otro Holocausto, el cuál ellos y su progenie ideológica negarían siempre que pasara”.
Sólo los 36 votos que Irán recibió en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la reciente propuesta de su gobierno para la elección del Consejo de Seguridad, es quizás un índice de la creciente preocupación del mundo por los puntos de vista de su presidente. La premio Nobel Elie Wiesel, sin embargo, notó que a Ahmadinejad se le permitió hablar otra vez ante la Asamblea general de las Naciones Unidas este otoño, observó: “Hace diez años, al menos, el gobernante de un país que anunciaba su aspiración a que Israel fuera borrado del mapa no se hubiera atrevido a aparecer ni a hablar en el pódium de las Naciones Unidas”. Esta observación justifica nuestra seria atención.
En el tema de Irán, como un apartado, muchos gobiernos desde mi punto de vista todavía entienden mal a ambos; al sufriente y admirable pueblo iraní y a Ahmadinejad, equivocadamente piensan que sólo hay dos opciones políticas posibles: (1) continuar el apaciguamiento inefectivo del régimen- a menudo por razones comerciales- y suprimir los grupos de oposición iraníes como la dirigen los Ayatolas de Teherán o (2) el bombardeo golpeando los complejos nucleares iraníes. Un ataque a Irán sería lo único que uniría a los iraníes en pos de su presidente y sería salvado a toda costa. Una tercera y pacífica opción es empezar a trabajar con todos los grupos de oposición iraníes para inducir al estado de derecho, intenciones pacíficas para con sus vecinos y el mundo y la democracia en Irán.
Conclusión
Terminaré con una historia verdadera sobre el Holocausto contada por la Dra. Truda Rossemberg de Ottawa, quien enciende una vela aquí esta noche.
Toda la familia de Truda pereció en el Holocausto. “No dejes que nada destruya tu alma judía” fueron las últimas palabras de despedida de la madre de Truda. Después a los 20 años de edad, Truda sobrevivió sólo porque era lo suficientemente pequeña para que otros pudieran empujarla afuera, por una pequeña ventana del tren para ganado que la llevaba a ella y a muchos otros a los campos de exterminio.
En 1951, Truda se las ingenió para ir a Inglaterra, aparentando ser una chica católica de Polonia y allí se convirtió en enfermera y partera. Nadie en el hospital donde trabajaba sabía sus antecedentes. Un día, tomaba el té con colegas enfermeras y médicos, entonces uno empezó a criticar a los Judíos.
“Qué lástima que Hitler no haya matado a todos los judíos” dijo uno
¿Por qué? preguntó Truda.
“Bueno” el otro contestó, “Son un montón de pesados. Son doctores y abogados pero ¿cuándo han visto un enfermero judío?”
Truda se quedó callada por un momento, luego contestó “Estás viendo a uno”.
Ella y los otros fueron a su lugar donde quitó la tarjeta con su nombre de la puerta, escribió “Truda Osterman” en la parte de atrás y la colocó en la puerta. Después de muchos años de vivir con un nombre falso, ¡volvió a ser Truda de nuevo!
La historia de su vida será publicada muy pronto bajo el título de Sin Máscara. Hoy en día, a sus ochentas, Truda continua trabajando diariamente en nuestra ciudad y Canadá sigue beneficiándose de sus habilidades como Psicóloga.
En dos días, será el Día de la Conmemoración, cuando los canadienses recordamos a familiares, amigos y los muchos que han muerto en guerras y conflictos en todo el mundo. Nunca debemos olvidar a ninguna de las victimas, incluso a los niños, mujeres y hombres que fueron asesinados en el Holocausto por su religión. Debemos contar y recontar sus historias. Nunca debemos olvidar.
Gracias.